El sol de Illinois

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sábado, 5 de abril de 2008

Diario de una fumadora en un naufragio (II)


Más de 60 horas sin fumar.

Me he echado una breve siesta. Pensaba que no me iba a dormir, pero ha sido muy reparadora. Me he despertado con la sensación de haber engordado 30 kilos en dos horas y con una idea fija: tabaco. Me he examinado cuidadosamente en el espejo... creo que no han sido 30 kilos. Me frustra no tener una báscula aquí. En fin, creo que no es nada que no tenga arreglo, después de todo. Ya me ocuparé de eso el lunes o el martes, cuando pueda pensar (si Dios quiere), en otra cosa que no sean los cigarrillos. Porque lo más grave del caso es que ahora mismo, en el fondo, "me importa un bledo" si han sido 30 kilos o 300 gramos... Me siento como mejor, extrañamente mejor, aunque con el pensamiento fijo del tabaco todavía en mente. Hay momentos en los que me sorprendo a mí misma diciendo, sin pensar, "ahora a fumar", y entonces me doy cuenta de que no tengo tabaco, es algo instantáneo, un movimiento reflejo e instintivo para buscar el paquete de tabaco inexistente... hasta que me doy cuenta de la dura realidad... esos momentos son los más durillos.

Sensaciones curiosas: el cosquilleo ha disminuido levemente. Las naúseas parecen haber desaparecido. La ansiedad de fondo parece haberse mitigado. El deseo de fumar, no, ni disminuye, ni se va. Es curioso, el deseo de fumar apenas languidece, pero estoy un poco más tranquila, y con menos síntomas de abstinencia física... aunque persiste una ligera debilidad muscular en brazos y piernas. También se ha mitigado la sensación de euforia, pero me siento "limpia", física y espiritualmente "limpia", por llevar "tanto tiempo" sin fumar.

Estoy muy atenta a las nuevas percepciones físicas, que ocupan mi atención y me maravillan: la comida tiene sabores o, mejor dicho, matices en el sabor que no recordaba, la casa tiene olores que no había percibido hasta ahora... ¡increíble!  Me siento como una mutante desarrollando nuevos y desconocidos superpoderes. Mi cuerpo se siente extrañamente ajeno a mí, empieza a ir por su cuenta y yo por la mía.
Puedo oler la cena del vecino de arriba, nunca la había olido hasta ahora. Y me recuerda a España, porque son olores extrañamente conocidos, de vecindario de barrio, de vecindario de pueblo... Me hace sentir muy bien esta asociación insólita aquí en pleno desierto espiritual americano. Me pongo "los Chunguitos" y "Concha Piquer" para aumentar la asociación con mi España de mis amores, y me siento todavía mejor.

Como me siento culpable por las cuatro cookies comidas en dos días, me como otra para superar el estrés producido por la culpabilidad. Está riquísima, muchísimo más que sus predecesoras. Tengo un momento de éxtasis. Emergencia... ya sólo me queda una cookie. Paradójicamente, ha desaparecido el sentimiento de culpa a la vez que ha disminuido ligeramente la necesidad compulsiva de comer o beber cosas dulces para superar la ansiedad producida por la ausencia de tabaco. Pero sigo queriendo fumar...

Me examino atentamente de nuevo en el espejo, para descubrir otros posibles cambios físicos... otras posibles mutaciones apreciables a simple vista... vivir sin tabaco tiene que notarse, me deberían salir "cosas", no sé, aunque sólo sea del estrés. Pero sólo noto que, a pesar del sueño atrasado y de que no me estoy cuidando nada, pero nada, nada, estos últimos días (muy mal), tengo más o menos buen aspecto, de hecho creo que ha desaparecido el tinte entre gris y amarillento que parecía tener ayer. 

Alarma roja: apenas me queda papel higiénico... sé que si salgo a comprar ahora, compro tabaco, lo sé. Así que tengo una seria contingencia. Tendría que haber previsto esto, por supuesto. Se me ocurren algunos panfletos de diversos autores y diversa procedencia que me gustaría tener a mano para superar esta macabra crisis higiénica...

Ahora suena en el iTunes "Smoke in the water"; también es mala leche. 

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