El sol de Illinois

El sol de Illinois

sábado, 5 de abril de 2008

Diario de una fumadora en un naufragio

Os lo tengo que contar. Os lo tengo que contar, porque estoy como electrizada ahora mismo y nerviosa y sólo pienso en una cosa y todo esto se me sale por los dedos, y os lo tengo que contar. 



Desahogo blogístico imperioso número dos: llevo más de 48 horas sin fumar (sólo había conseguido esta proeza digna de una diosa o de un ser sobrehumano, una vez anteriormente en toda mi vida). Me sorprende, de nuevo, lo "fácil" que me resulta, incluso más fácil que la vez anterior. Y lo que más me sorprende de todo es que, con lo relativamente fácil que me está resultando hasta ahora, no lo soporto por más tiempo. No sé cómo explicarlo, pero es así. No lo soporto, y de hecho voy a fumar, voy a fumar, sólo tengo que ir a comprar el tabaco, nada más que eso. Sólo eso me separa del placer absoluto. Qué fácil, ¿no? No lo soporto más, y por eso tenía que contároslo. No existe sufrimiento extremo, no siento dolor objetivo... pero no lo soporto.


Desde hace 48 horas que me encerré en mi casa, con cuatro litros de coca-cola light, seis cookies de chocolate, un brownie pequeñito, mucha supuesta paciencia, bastante incertidumbre (no tenía ni idea de cómo lo iba a llevar), un montón de pensamientos positivos y mucha resolución un tanto temerosa, porque me conozco demasiado bien, y ni un solo cigarrillo en casa. Fue algo apenas premeditado. De hecho creo que si lo pienso mucho, no lo hago. 


Si hubiera podido tirar las llaves de casa por el retrete lo hubiera hecho (o pedirle a alguien de confianza que me encerrase por fuera y no me abriese la puerta, aunque intentara yo echarla abajo, como Ulises cuando ordena que le aten al mástil de su barco para escapar al canto de las sirenas), pero no puedo encerrarme ni atarme yo sola, claro. Aquí solita, con trabajo para hacer hasta que la concentración me lo permita (que ya va siendo que no), el Mac, bastantes revistas, los libros que había comprado hasta ahora, zumo de naranja, coca-cola light y las galletas de chocolate de 5.000.000.000 calorías each, dispuesta a pasar encerrada (en el mejor de los casos), y a solas, todo el fin de semana largo, cuatro días terribles de expulsión de la nicotina de mi organismo. Completamente aislada del mundo exterior, excepto por la (bendita) conexión a Internet. Y, por supuesto, un diario donde voy apuntando todos los síntomas.


Tanto ayer como anteayer la cosa estaba extrañamente bien, como os digo. Con ciertos síntomas de abstinencia física, y algo de ansiedad de fondo, pero muy bien (alucinante para el nivel de adicción que tengo). Animada en general, incluso más animada anímicamente que los días previos, con buenos niveles de concentración en el trabajo y en la lectura, excepto momentos aislados, y con bastante tranquilidad, tanto interna como externa. Todos mis pensamientos de control del deseo han venido funcionando correctamente, y hasta me mantuvieron casi perfectamente sosegada, con malestar interno en aumento, más o menos ligero aunque de mayor o menor grado dependiendo del momento, pero tranquila casi todo el tiempo; porque sé que el primer cigarrillo durante todas estas horas hubiera sido simplemente brutal, mejor que el mejor chute de todos los tiempos, pero también sé que después de ese cigarrillo sólo queda la decepción de todos los demás cigarrillos insulsos que siguen al primero y que me provocan más asco y compulsión que otra cosa. Me aferro a esta idea para sortear el abismo del terrible placer que supondría fumar en estos momentos... Ese placer.. el placer del primer cigarro después de muchas horas de abstinencia es el mayor refuerzo que podría obtener ahora mismo para la conducta adictiva, y la mayor tentación a evitar, más que el fumar en sí mismo.


Bueno, todo muy bien hasta ahora, hasta las últimas tres o cuatro horas, aunque ayer después de las 24 primeras horas sin fumar, ya empezaron a acentuarse los síntomas físicos (cosquilleos, hormigueos especialmente en las manos y antebrazos, y una ligera euforia entremezclada con la ansiedad de fondo), y las galletas empezaron a caer una detrás de otra.. sin hambre, pero sin poder ni querer evitarlo. Estaban programadas para los cuatro días... y de las seis sólo me quedan ya dos!! :( Y también ha caído el brownie. Aunque creo que de momento no me cabe más chocolate, tengo un extraño hartazgo. Por supuesto, el ganar peso no es negociable, las seis galletas y el brownie son una excepción absoluta para estos cuatro días en estado de emergencia.  


Esta mañana los síntomas físicos son más pronunciados, incluso con ligeras naúseas en algún momento. El nerviosismo, controlado, pero va en aumento. Es un nerviosismo más interno que externo, no sé cómo explicarlo, aunque poco a poco se me va notando en el exterior también. Me cuesta bastante más mantener la concentración, de hecho me es casi imposible estudiar esta mañana, e intento concentrarme con otras cosas, aunque todavía mantengo la calma suficiente como para poder leer un artículo ligero o escribir esto. Leer durante mucho rato, estar quieta durante mucho rato me perturba. Cosquilleo de extremidades, en aumento también; tengo que frotarme y tocarme  las manos sin parar, y el cosquilleo se extiende al pecho, los hombros y la espalda, y bueno, a otros sitios en general. Empiezo a frotarme los antebrazos también, y las pantorrillas. Empiezo a mover los pies con nerviosismo. Empiezo a entrar en "estado de fallo", que diría Emile Ajar. Y lo peor de todo, los pensamientos positivos y racionales dejan de tener efecto por completo, la seducción irracional de mi mente estúpida se impone a mi voluntad. La bestia toma el control :) por eso creo que esta mañana, queridos amigos, aunque no he sucumbido todavía porque no he fumado (no he salido de casa, no he podido, por lo tanto, fumar), algo me dice que ya he sucumbido interiormente. 


Ya he perdido. Lo sé. Sabes, antes de hacer algo, internamente "sabes" que lo vas a hacer. Bueno, pues ahora mismo en lo único que pienso es en salir ahí fuera, coger ese autobús que me lleve al campus, ir a la tienda de siempre y pedir un paquete de Camel, sí, probablemente Camel, salir de la tienda, quitar el papel celofán... lentamente aunque esté dominada por la ansiedad... y sacar un cigarrillo, aunque si pudiera me fumaría tres a la vez (buscar un sitio para sentarme, quizás, porque del mareo que sé que sobrevendrá, me podría caer), y encendérmelo "tranquilamente" mientras siento como el humo maravilloso entra en mis pulmones, me recorre por entero de arriba a abajo, y generosamente me da lo que quiero, me hace llegar a un éxtasis profundo, para salir por mis fosas nasales...  Una y otra vez... durante unos cinco-diez minutos. Por supuesto, ni que decir tiene, sé perfectamente que si en estas últimas tres o cuatro horas hubiera habido un cigarrillo en casa, qué digo un cigarrillo, una colilla mojada con agua de alcantarilla (sí, así de triste es la adicción), hubiera fumado hace rato, y hubiera fumado además con placer, con gusto, revolcándome en la derrota con pasión, entregándome a ella, vamos, sin remordimiento alguno, disfrutando como una loca. Hay que ver, no se puede ser más tonta, no se puede ser más esclava ni más ignorante.


¿Y luego después de comprar ese paquete en el campus, después de fumarme ese cigarrillo, qué? Luego, por supuesto, la sensación de fracaso... pero el placer de poder fumar otra vez, cuando quiera, cuanto quiera, todo el día, día y noche, fumar las 24 horas... ahora mismo sólo puedo pensar en eso. Fumar. Fumar. Fumar. Fumar. Fumar. Qué placer es fumar (no, me engaño a mí misma y lo sé, no me reporta realmente auténtico placer el fumar, no en la forma compulsiva que lo hago, que lo hace cualquier adicto, sólo hay realmente un par de buenos cigarrillos al día, quizás tres, a veces ni siquiera eso, pero ahora mismo sólo pienso en el placer de fumar, en el placer de fumar, en el placer de fumar. En el placer de ese primer cigarrillo)


Apenas he dormido esta noche, pero no tengo sueño. Estoy en un extraño estado de alerta. Tengo bastante sed aunque estoy intentando beber bastante agua y zumo, y prescindir hasta donde puedo de la coca-cola, cuyo sabor asocio inmediatamente con el tabaco, y eso me hace desear fumar todavía más, aunque por contra, es un ligero sustituto, claro, igual que la comida (que necesito para calmar la ansiedad, pero que también asocio al tabaco y me genera mayores ganas de fumar). En la última media hora la sed está dando paso a una salivación exagerada. La sensación en la boca es extraña, como de una agradable insatisfacción. Hay estados contradictorios, se hecho: en algunos momentos, por encima de la ansiedad de fondo, se impone un extraño estado de euforia, que nace en el pecho y se extiende hasta las extremidades, y que me hace reír con facilidad ante un ligero estímulo. Estoy, como digo, ligeramente "electrizada", a medio camino entre la ansiedad profunda y la felicidad exaltada. Se impone la sensación de fracaso ahora mismo, aunque por momentos también hay una cierta sensación de triunfo (de momento y hasta que no se diga lo contrario, sigo en la brecha, al fin y al cabo) y de aguante doloroso pero victorioso del corredor de fondo que todavía está a mitad del maratón.


Me siento naúfraga en una isla solitaria rodeada de tiburones a los que estoy deseando lanzarme. Y como esperando que pase algo, no sé muy bien el qué... quizás esperando un rescate que, en mi caso, sé que no llegará. El único rescate posible, y es lo que espero, supongo, es que pase el tiempo, que pasen estos pocos días cuanto antes; ése es mi pasaporte de salida de este naufragio semi-controlado. Esperar que pase el deseo intenso, sordo, esperar que pase la ansiedad. No sé si lo conseguiré. Creo que, de hecho, ya he perdido. No lo he conseguido, se acabó, quiero fumar, dadme un cigarro por favor. Se acabó.
No sé qué es lo que me retiene aquí, por qué no salgo a comprar ese cigarrillo, si ya me he dejado vencer internamente. No lo sé. ¿Será que en el fondo todavía pienso que si me quedo aquí y aguanto un poco más, podré vencer, aunque sólo sea temporalmente? Qué ilusa. Ahora sé que está todo perdido. Ese cigarrillo ahí fuera, de alguna forma, vendrá a por mí tarde o temprano. Si no me entrego hoy, será quizás mañana. O si no, pasado. Pero no hay victoria, la rendición está dentro de mí. 


Os seguiré contando cómo va la cosa en este barco a la deriva, cuyo único tripulante soy yo, intentando atarse al mástil en medio de la tormenta, pero sin conseguirlo, y el canto de sirenas me llega nítido y maravilloso, y los tiburones merodeando, y el vampiro en la bodega del barco, como en Drácula... Os relataré exactamente cómo fue el momento preciso de la rendición, de la entrega brutal, cuando se produzca, que se producirá.

 
Los mareos se acentúan, por cierto, y las naúseas, tengo que dejar de escribir. Me voy a duchar, a ver si se me pasan los cosquilleos en la piel. Aunque por supuesto sé de antemano que no se irán, y que de hecho van a ir a más. Son los colmillos de los tiburones rozándome la piel..


(¿Se puede vivir todo el resto de una vida sin fumar? Me parece imposible ahora mismo, inalcanzable, de hecho me pregunto cómo pude sobrevivir la primera mitad de mi vida sin coger un cigarrillo, me pregunto cómo podéis vivir vosotros que no fumáis, me pregunto cómo pueden vivir los niños y los perros y los árboles sin fumar. Ojalá yo pudiera fumar sólo de vez en cuando, ojalá)

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